martes, 21 de febrero de 2023

Las clases de Yoga Kundalini en el salón del ayuntamiento de Plan, Pirineos Valle de Chistau, Huesca. Leer lee lecturas.

Saben qué tenía olvidado?. Pues ayer por la tarde me puse a hacer estiramientos en el acolchado de goma que he vuelto a reinstalar en el salón de mi casa en Málaga. 

Comencé haciendo ejercicios de suelo que siempre me han gustado pero que últimamente me sirven bien poco desde hace años sin saber a qué es debido. 

Algo tuvo que pasarme durante estos últimos veinte años que ha corrompido mis secuencias de entrenamiento provocándome un lavado de cerebro que impide mi progresión y me llena de contracturas de todo tipo.

Aunque todo ocurrió allá por el 2008, que fuí a un supuesto masajista que resultó ser un "amigo" de juventud. En su local rezaba "Quiromasaje y podólogo". En realidad era un local del padre, podólogo, y mi amigo, el individuo, pues mostraba cursillos de quiromasajista.

Me contó que trabajaba en el hospital clínico. Pero era mentira porque años después coincidí con él en Hacienda. Sea por lo que fuera pedí un masaje pero él me avisó que no daba masajes normales y yo nunca pensé que un masaje de ningún tipo pudiese provocar daños estructurales.

Me punzaba con los dedos en ciertos puntos del cuerpo lo que me provocó movimientos de los huesos que casi me dejaron lisiado. Padecí un montón de enfermedades por las escoliosis que me generó.

También achaqué esto a una venganza por lo de una prima de su mujer cuando éramos jóvenes de dieciocho años. Ya lo dice la canción del gran Roberto Carlos: "El gato que está triste y azul nunca se olvida que fuistes mía." Que me quiten lo bailado!.

Bueno pues desde entonces he ido mal con los fallos estructurales hasta hoy. Y como decía, ayer en el acolchado que reinstalé en el suelo de mi casa me puse a hacer estiramientos porque estaba rígido total.

En cierto estiramiento casi sin darme cuenta comencé a hacer movimientos repetitivos y de repente sentí un foco lleno de energía que me subió desde el Sacro hacia el estómago provocándome un gustazo como no recordaba en mucho tiempo.

Mi mente enseguida la reconoció. La Kundalini está representada en la mitología yóguica hindú como una serpiente, un halo de energía que procede del Sacro y sube a través de los chakras hacia la cabeza y más allá de forma mística.

Se dice pues que cuando algo va mal en el cuerpo y en el alma, por así decirlo, la energía procedente del Sacro no sube hacia la cabeza ni llega al cerebro. 

Lo que ayer sentí me subió ardiendo hasta la barriga y siguió ascendiendo hasta llegarme al alma. 

Expresado de otra forma, me produjo calor que me hizo sudar sin apenas realizar movimientos para provocarlo. Cuando me di cuenta estaba empapado profundamente agradecido por este calor.

Lo que quiere decir que los estiramientos estáticos que venía realizando quizás fueron buenos en otro tiempo pero ya no me sirven ni haciendo yoga. Colocarme en una pose y que me digan "Quédate quieto ahí todo el tiempo que puedas.", no ha servido más que para bloquearme más y más los complejos musculares sin permitir que me recupere de aquella agresión a mi persona del año 2008.

Y precisamente me acordaba de un año que llevé libros a Plan para enseñarle a Cristina y Pepe Ruché en qué andaba metido por las consecuencias antes descritas. Y es que posteriormente se empezaron a dar clases de yoga Kundalini en el salón del ayuntamiento de Plan.

Yo renegaba del yoga Kundalini porque hay también una secta muy potente dedicada a esta variante. Pero claro, tampoco había sentido la gran necesidad de poder moverme con elasticidad. Tanta necesidad tenía que ayer la Kundalini se hizo presente a pesar de que en mis movimientos repetitivos topaba con las contracturas que amargan mi vida diaria.

Pero de esto se trata, de topar con las contracturas para que estas se abran y se genere bienestar estructural. Y esto no se consigue sin generar calor, la energía procedente del chakra del Sacro que asciende hasta el chakra del Ombligo (la barriga) y continua ascendente por los demás chakras hasta la cabeza.

Así es que en ciertas poses me propuse hacer veinte movimientos repetitivos, y sin darme cuenta, con un gusto tremendo, me vi no pocas veces camino de cien.



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