Vine desde la orilla de mi charca,
buscando el río,
y ahora veo dónde
estaba escondido.
Tras esas hierbas altas,
bajando libre entre las rocosas,
parece hayarse sumido,
entre miles de gritos temperamentales, que se esfuerzan por ser oídos.
Bien sabe que me recuerda,
un lugar del que he salido,
donde nunca tuve amigos,
donde más bien
brillaba un respeto,
muchas veces invadido,
por la duda de unos ojos,
que amenazan
con volverse enemigos.
Cómo hacer callar las voces
que al viento lanza el río,
y ver las aguas pasar
sin ese su humilde cántico.
Cómo pueden pedirme aquello
para lo que no he nacido,
si al igual que la corriente
de este gigante,
no debo detener mi camino,
sino vivir tal
y para lo que he crecido,
y aunque mi muerte llega
cuando el Sol se debilita,
mi corriente persiste en otro mundo,
que no es este,
donde yo ya habré vivido.
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