El frío provocó que el tanque no recibiese agua y el alcalde me envió al barranco que abastecía de agua de consumo los abrevaderos a ver qué ocurría.
Me puse unas zapatillas raras con ventosas que me había traído de casa en un viaje a Málaga para ver a mis padres y fuí corriendo por la pista de Sahún hasta el primer barranco con una gran capa de hielo que se descolgaba atravesando el carril como una lengua que baja por el precipicio montaña abajo.
Para evitar un resbalón imprevisto opté por echarme al suelo pegado a la cuneta de la montaña y me arrastré por encima del hielo sin dar acelerones hasta dejar atrás el hielo, levantarme y seguir corriendo para arriba haciendo lo mismo en los otros barrancos hasta llegar al kilómetro siete aproximadamente.
El cielo completamente raso de un azul profundo luminoso por todos los valles del Pirineo, a contemplar hasta donde podía alcanzar la vista.
Entré en el barranco donde está la arqueta que provee de agua de consumo para el pueblo y aquel lugar era un Sol andaluz resplandeciente que no tenía fuerza para dar calor.
Subí para arriba aquel barranco sin problemas porque alli no había hielo, solo un hilito de agua casi imperceptible bajaba de la montaña en algún charquito casi estancada.
La caseta de las tuberías del líquido elemento ningún problema. En el lecho del barranco la arqueta que recibe el suministro sin obstrucción ninguna.
Montaña arriba el lecho por el lecho del barranco siguiendo instrucciones de Pepe por el transmisor, comuniqué que no bajaba ni un hilo pequeño de agua, estaba totalmente seco, tal vez porque permanecía congelada en la cima, en algún lugar de la montaña donde haya sombra permanente, que es donde más crecen las capas de hielo en la pista de Sahún.
No había nada que hacer, todo limpio. Me volví para abajo y salí del barranco para volver al pueblo.
Hice lo mismo que cuando subí, me eché sobre el hielo pegado a la cuneta de la montaña arrastrándome despacito hasta salir, ponerme en pie y seguír corriendo para abajo.
Así todas las veces que hizo falta. No se puede fiar de andar de pie sobre capas de hielo, tener un resbalón y que la inercia de la caída lance mi cuerpo por el tobogán de hielo que baja como una lengua por el precipicio de la montaña.
Así dejé atrás la zona de los barrancos y llegué al pueblo. Días después el Gallego y yo tuvimos que subir por la pista de Sahún con la maquineta sin llegar a los barrancos por una tubería que se había roto y expulsaba agua.
Arreglarla fue mojarse hasta las orejas. Suerte que llevamos parkas que son impermeables. Me contó el Gallego que la rotura pudo haber sido por la caída de una piedra encima, ya que vimos que no está enterrada profunda y siendo material antiguo, tipo uralita o así pues se rompen con facilidad.
La arreglamos pero nuestra inspección nos dice que se han roto por la presión de congelación en otro extremo.
Cuando miramos el conducto de la tubería en la arqueta de las piscinas estaba toda congelada. No llegaba agua porque se había formado un gran tapón a la sombra del frío de Mediodía provocando presión en las tuberías viejas con la obstrucción.
Así que tocó esperar que aquel invierno seco y soleado sin una sola nube durante meses tocara a su fin.
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