Que no querían que metiera mis hocicos en el evento porque pensaban que me daría ventaja. Craso error, quien se machaca soy yo, mi cuerpo y mi mente, y llegado el día de la carrera no estaba en forma, me obligaron a correrla.
Fue muy duro porque cuando llegué al Puerto de la Madera me quedé parado mucho tiempo, mi cuerpo quería dormir al calor maravilloso que hacía en aquel lugar que me provocaba sueño.
Incluso tenía michelines pero lo peor fue la relación con la directora de la carrera, contratada a una empresa de Zaragoza que se vendían como expertos en eventos de diversa índole.
Hablaba con ella y todo eran excusas, palabras vacías, desde mi punto de vista ignorancia, siendo la máxima ejecutiva de la empresa, un despropósito!.
Es como tratar con técnicos de fútbol que cobran un dineral estratosférico y hablarle sobre entrenamiento de alto nivel Anaeróbico o de Línea Roja y no tener ni pajolera idea, y aunque el equipo sea colista en Segunda División cobran igual sin que les importe un pito la situación.
La carrera que seguramente diseñaron Guillermo Sanz y Alberto Bosque, conocedores de la montaña, una preciosidad. Cuando pasé el Puen de Lisier y comencé a subir la zona de Puente de Blanca quedé anonadado con aquel bosque hasta que girando a la derecha apareció la cima pelada donde se veía gente a lo lejos.
Cuando bajé para Tabernés, a través de una senda oculta en una selva de maleza corríamos en fila india cuatro o cinco, yo el último.
El individuo delante mío bajó su ritmo respecto a los que iban delante que curiosamente desaparecieron entre la maleza por arte de magia.
El individuo diciendo que por ahí no es que por aquí sí, me llevó por un camino sin salida hasta un prado cerrado.
Nos quedamos parados porque el individuo no paraba de hablar. De repente se volvió hacia donde nos habíamos perdido y curiosamente corrió tan rápido que desapareció en la selva de maleza.
Entonces me encontré el camino que bajaba a Tabernés y sin estar fino ni muy en forma con estrés, corrí lo que pude y lo doblé junto a algunos más por la ribera del Cinqueta de La Pez.
Después a lo largo del valle del Cinqueta cogí a otros hasta llegar a Plan en el puesto trece o catorce.
El estrés y la rabia que tenía me duró el resto del día. Estuve insoportable y de un humor de perros. Molesté a todo dios incluido al alcalde que trabajaba en su cocina con el restaurante y el bar lleno hasta los topes.
El único que consiguió calmarme fue Carlos Buisán de Casa Inazio porque mi estrés y decepción me superaba. Creo que opté por irme a casa, ducharme y dormir la mona porque había bebido buenos vasos de vino.
Aún tuve que soportar a esa empresa las temporadas siguientes en la carrera de Chistau, una de ellas yendo por La Poma.
Guillermo Sanz y los demás habían diseñado una carrera que me pareció horrible. Había que llegar a Salinas y por el lado norte del Cinqueta una senda PR o GR seguramente muy estrecha subía hasta Sin o por encima de Sin y de ahí hasta La Poma.
A un día de celebrarse el evento se suspendió por el mal tiempo y fue un alivio para mí. Al año siguiente cambiaron el recorrido, subiríamos por Crabils.
Mira por dónde, con la misma empresa de Zaragoza, conociendo bien La Poma no hubo opción de engaño. Pero me echaron montaña abajo por la zona de los huecos y no por la pista. Me hicieron enfadar muchísimo!. Toda vez que mi pierna se clavaba en un hueco me quedaba sentado un buen rato llamando fistro hasta al presidente Mur de las Cortes de Aragón.
Cuando se me pasaba el ataque de furia me levantaba y seguía corriendo evitando los huecos hasta caer en otro. No me hacía daño porque el musgo de hierba que lo cubría era espesa y amortiguaba los golpes, pero caí al menos seis o siete veces y mi mosqueo pasaba de castaño a oscuro recordando lo de Tabernés.
A punto de llegar a la pista me volví a colar en otro agujero. Me cagué en todo lo que se mueve y en lo que no!. Estaba rabioso y me levanté del agujero solo cuando vi a un grupo de corredores parados en una curva de la pista un poco más arriba, sin saber por dónde ir.
Entonces me calmé, salí del agujero y cogí la pista corriendo a la velocidad diabólica que había experimentado los últimos meses, volando hacia las piscinas de Plan aproximadamente a 2:25 minutos por kilómetro.
Dicho de otra forma: Si de Plan a Gistaín hay cinco kilómetros, multiplicas por tres minutos el kilómetro el resultado es quince minutos.
Si de La Poma a Gistaín hay cuatro kilómetros, desde la zona baja habrá tres kilómetros a Gistaín, que sumando los cinco hasta Plan el resultado es aproximadamente ocho kilómetros que bajé en quince minutos.
Mi tiempo de carrera fue: 1h23.
Si no hubiera estado tanto tiempo parado echando espumarajos toda vez que me caía en un agujero, el que llegó a la meta primero, que fuí segundo y me sacó cinco minutos, se come las zapatillas que dejó abandonadas en el valle más el postre.
Todavía tuve que aguantar a algunos de Zaragoza decir que me habían privilegiado. Les grité el tiempo que había tardado en bajar y se quedaron mudos. "Es que os pillo por la pista os doy tal pasón que os quedáis sentados" - les dije.
(Recorrido aproximado de los agujeros)
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