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domingo, 27 de noviembre de 2022

El refugio de Biadós en Gistaín, Pirineos Valle de Chistau, Huesca

Correr hasta Biadós era unos de mis trayectos favoritos semanales. Echarse en la hierba un rato grande acompañado de montañeros y otros tipos de deportistas es un lujo. 

Se escribe "Biadós" porque según mi madrina "holandesa" de Gistaín, la B en lenguaje chistabino no existe. No seré yo quien discuta con Pilar Bardají que Viadós se escribe en castellano, porque me parece que "vía" es un sendero o pista y "Dos" porque está la "Uno", otra vía o sendero. Bueno, cosas que se me pasan por la cabeza con el lenguaje y las comparaciones.

Lo cierto es que a veces, he ido corriendo los nueve coma cinco kilómetros de distancia de Plan a Viadós, a comer. 

No he podido saborear más veces los platos que ofrecían en el refugio Joaquín Cazcarra y su señora Cristina porque como comprenderán, no tengo automóvil.

Arriba no siempre se dan condiciones para que un tipo como yo esté por aquel paraje medio en cueros con una camiseta de atletismo y unas mallas, y de abrigo una sudadera. 

Tampoco es menester arrastrar una carga excesiva cuando de lo que se trata es de entrenar y pasar el día. 

Tenía que hacer bueno o temperatura soportable no excesivamente fría. Si hacía frío no comía allí. Me cobijaba en el comedor del refugio con cafelito calentito y después de treinta minutos me empleaba tomando a fondo bajando.

Una vez que subí dando leña me encontré en el refugio a Guillermo Bernués, el médico. Ante su insistencia invitándome me quedé a comer con su familia o las personas con las que estaba, y no ocurrió solo una vez. 

A mí me gustaba mucho la comida que servía el refugio, recargaba las pilas después del esfuerzo con bastante facilidad.

Tras comer bien pues un cafelito bien calentito dejando pasar el tiempo tras la comida mínimo una hora. 

Después me volvía corriendo para Plan como ya digo, fuerte y sin problemas, con las pilas recargadas y zumbando, excepto cuando se me cruzaban coches que subían para el refugio. 

Eso sí, nunca me quedé a comer en el refugio cuando estaba el comedor hasta los topes. Creo que tenían un límite de aceptación de comensales y era mejor llamar para asegurarse de que podía comer.

En verano se llenaba de ogros hambrientos y turistas de medio pelo, gente exigente que te calienta la cabeza con los supuestos derechos ciudadanos (privilegios), pero nunca acatan sus obligaciones ciudadanas (deberes con los demás).

En fin, sé que ahora está cerrado el refugio de Biadós, pero si estuviese en Plan y fuese a correr hasta Viadós, los obligaría a abrir, porque yo tengo derecho y ellos el deber de servirme un cafelito bien calentito. Que se pongan las pilas!

El refugio de Biadós








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