Se llama vivir en la intemperie. Un estado donde se busca esencialmente lo necesario. Una vez que lo vives cambia la manera de pensar y se distinguen las panaceas mentales de muchos cuentistas.
Había estado en Benasque hablando con el organizador de la carrera y cuando aparecí en Chistau fue por el letrero de la conmemoración de la Caravana de Solteros.
Pensé que iba a haber una caravana de solteros y tenía interés por ver qué pasaba. Creo que llegué tarde porque no hubo ninguna caravana. Fue una decepción.
Me quedé a vivir en Plan porque unas personas lo hicieron posible y a mí me gustó muchísimo. Tenía campo para entrenar sin coches que te rozaran a cada momento y además me daban trabajo.
A veces me fui corriendo a Aínsa a dar una vuelta. Otras veces lo hice con la bicicleta de carretera del amigo McRae.
Solía ir a Boltaña muchas veces andando desde Aínsa. Me gustaba volver a aquel bar de la carretera por el que pasé durante años: el Parador de Boltaña.
A una panacea mental se le llama también diarrea mental y cuando uno es kokólogo lo sabe diferenciar. Un ejemplo de diarrea mental es lo que les ocurre a los enamorados platónicos, a los machotes y a las machotes.
Sería mentir si dijera que no me ha ocurrido a mí. Cuando el cerebro quiere resetear sufre una panacea que lo deja sin saber por dónde ir.
Un ejemplo ocurrió una mañana en Ruché cafeteando, aparecer Colis, tío Manolito, Carlos Buisán, Molins el fontanero de San Juan, y como no, Miguelo. Ya está liada la retortilla.
Miguelo se sentó separado del resto a leer el periódico bebiendo pacharán. Los demás empezaron a picarlo: "Miguelo, que estamos echando una apuesta a que Bernabé te gana corriendo."
"Bah, este no corre naaaaaa!". Cayó en la trampa. Oí decir a Pepe que no puede correr ahora porque "se ha bebido tres pacharán."
Colís: "Claro, Miguelo no puede correr así pero estoy seguro que le gana a Bernabé."
Carlos Buisán: "Miguelo corre mucho jugando al fútbol pero correr contra Bernabé es que no aguanta."
Molins: "No puede, no puede!. Dejadlo que lea!. Además seguro que se le duermen las piernas."
Pepe: "Podrían echar una carrera hasta Plandescún pero yo creo que Miguelo le puede a Bernabé."
Miguelo suelta los periódicos y con la panacea mental ya metida en la cabeza: "Con este?... Bah, no tengo ni para empezar!. Echemos la carrera hasta Plandescún, lo voy a dejar en la mitad!."
Yo: "Que no Miguelo, que no. Estás con pacharán y no quiero que te dé una pájara y te deje seco corriendo a Plandescún."
Pepe: "Que vayan estos detrás con los coches para recogeros..."
Colís arengando aún más a Miguelo.
Molins: "Que no, que no va a poder. Lo mismo tenemos que llamar al médico Guillermo."
Carlos: "Corre mucho en fútbol y lo mismo le da bien a Bernabé."
Manolillo: "Lo mismo le sienta mal y hay que llamar al helicóptero para que se lo lleven."
Miguelo: "Venga, bah, dejaros de chalauras. Pero si Plandescún está aquí al ladooooooooo....."
Pepe: "Jugaros a ver quién paga la apuesta. Yo digo que gana Miguelo."
Y así una hora entera Miguelo diciendo: "Esto está chupadoooooo."
Obligado a correr con Miguelón por una apuesta entre estos del gallinero, me puse en la línea de salida.
Yo llevaba mis mallas largas y mi sudadera, no me quise quitar nada porque sabía que ni iba a sudar. Bebí tres cafés.
Miguelo con zapatos botines, pantalón vaquero y una camisa larga remangada. Bebió tres pacharán.
Pepe dio la salida desde la ventana del bar. Los demás jaleando se lanzaron a por los coches y se pegaron a nuestra espalda cual coche escoba.
Cruzamos el puente del barranco en la Capilleta y Miguelo iba poco retador. Lo peor para Miguelo fue la bajada desde Casa Fantova que se aceleró el solito. Se estaba volviendo zombi.
En el primer kilómetro al final de la cuesta Miguelo ya era un zombi y ni me había enterado que estábamos corriendo. No creo que él pudiese sentir las piernas.
Los otros con los coches arengando a Miguelo sacrificado por cabezón.
"Tranquilízate y relájate porque tienes muy mala cara y quiero que llegues a Plandescún. Así que te acompaño. Cálmate!." - le dije.
El pobre Miguelo se calmó y yo a su lado mirando que no le diera un patatús. Los otros desde los coches "Váis bien, váis bien!."
Yo sé que si Miguelo me habla va bien.
- "Miguelo, vas bien, vas bien?."
- "Que sí, hostia, que sí!."
Le gritaban atacados de risa con cachondeo dentro de los coches.
Cruzamos el túnel de la presa y Miguelo iba tranquilo y relajado.
Le dije que cerca del puente de Plandescún hiciese un esprint, que yo haría como que intento alcanzarlo y no puedo.
Y justo en la curva del puente, Miguelo hizo el esprint y salí detras de él sin llegar a alcanzarlo.
Detrás se escuchaban los gritos en los coches animándolo para no dejarse alcanzar y cuando pasó el puente alzó los brazos como un auténtico campeón.
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