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domingo, 30 de octubre de 2022

Cuentos de Miguelón: El Carro. Pirineos Valle de Chistau, Huesca. Leer lee lecturas. Audio vídeo para personas con discapacidad visual.

 Si tienes problemas de visión puedes oír el relato en este audio vídeo 👇👇👇


Miguelón era ese tipo de chaval más grandullón que los demás lleno de churretes por toda la cara y huellas de mocos que se limpiaba con las mangas de lo que llevara puesto ese día. 

Este mozo era hijo de Josefina, la señora de la Casa Ballarín de Plan y era muy altivo y orgulloso por las cuantiosas posesiones de su familia, casa grande terrenos y muchas vacas, más de doscientas vacas que su padre le enseñó a criar en las cuadras y los corrales en invierno y guiarlas en verano a la alta montaña allá por la Cruz de Guardia en el camino de Barbaruens.

Pero los niños son niños y Miguelón no iba a ser menos porque contando diez años un día encontró en el almacén de su casa ruedas de rodamientos de acero y se quedó anonadado contemplando los cojinetes de su interior mientras los hacía rodar por encima los muebles de madera como si estuviese subiendo y bajando montañas o en  una carrera de bólidos todoterrenos, y fue cuando se le ocurrió una idea que solo compartiría con sus amigos más cerrados porque no quería que se enterasen sus padres: construiría un carro de madera con los cojinetes de rodamientos.

Así fue cómo llamó a Ángel de Casa Corneta, a Javi el hijo del Panadero, a Pepe de Casa Ruché, a Fantova, a Dueso, a Puyé y a Guillermo que de mayor quería ser médico, algunas chicas se querían unir pero Miguelón no las dejó porque temía que se lo chivarán a su madre.

El carpintero que siempre tenía la puerta de entrada a la carpintería sin echar la cerradura vio como le desapareció unas tablas y algunos palos y por mucho que los buscó no encontró sentido a que se lo hubiesen robado y menos en Plan.

Los niños trabajaban intentando ensamblar el curioso armatoste que estaba armando Miguelón en el campo por encima de la iglesia en la camino que va a Crabils, que por ser verano por allá no irían sus padres teniendo las vacas en la montaña, y a veces entraban en discusiones y peleas como es propio de los niños con una decena de años "eres tonto, eso no se pone así", "más tonto eres tú que nunca has visto un bólido porque no tienes televisión", "lo hemos visto en tu casa cara vaca", "más cara vaca eres tú que pareces el tonto del pueblo", y así seguían las discusiones hasta que todo quedó ensamblado y los ojos de los niños brillaron al probar con las cuerdas que el armatoste giraba con suficiencia.

Se montaron todos uno detrás del otro todos pegados como una serpiente o un gusano y hicieron como que bajaban por alguna cuesta del pueblo a toda velocidad girando sus cabezas a la vez ora para la derecha ora para la izquierda imaginando que el aire les hacía cerrar los ojos como los chinos.

Aquello ya estaba listo para la aventura que Miguelón tenía guardada sin decir nada para que sus amigos no se asustasen pero cuando Javi, Guillermo, Dueso, Puyé, Ángel, Fantova y Pepe escucharon lo que pretendía Miguelón, los niños se asustaron y empezaron una discusión que desembocó en otra pelea por si alguno tenía valor de chivarse a sus padres.

Al final pasó como con los mosqueteros, buena ocurrencia de Miguelón para unirlos y evitar el chivatazo. Escondieron el armatoste desmontado y se separaron para volver cada uno a su casa con el secreto guardado entre los labios todo lleno de churretes y barro.

A los pocos días por la tarde que no tenían escuela un vecino de Gistaín los vio subir por la vereda desde Plan para arriba cargados con un armatoste extraño que llevaban con las manos en alto y que cuando se cansaban echaban al suelo mientras los escuchaba discutir.

Detrás de ellos le seguían al menos cuatro niñas que por lo visto se habían enterado de lo que tenían montando y los niños se daban empujones a ver quién había sido el chivato pero en cuanto cogían el armatoste de madera se quedaban callados subiendo los dos kilómetros de cuesta hasta Gistaín. 

Justo cuando iban a llegar al último repecho soltaron el carro partido en piezas y con las llaves que se habían traído empezaron a atornillar, el tablero al tronco que quedaba por arriba y donde se iban a sentar; los palos con los cojines bien colocados en la parte delantera con su cojinete de giro por abajo del tablero con un tornillo gordo que atravesaba también el tronco; y al final montaron el palo con los cojinetes traseros que también atravesaba el tablero y el tronco con un tornillo gordo en el centro que cruzaba otro tronco bien incrustado en el tronco principal como en la parte delantera.

Una vez lo tenían listo dijo Miguelón: "El cobarde que quiera volverse a casa llorando que abandone ahora porque aunque el carro tenga frenos no pienso parar si se caga en los pantalones."

Fantova miró a Dueso, Dueso a Ángel, Ángel a Guillermo, Guillermo a Javi, Javi a las niñas que se reían y se quejó: "Pero vámonos ya carabobos que parecemos tontos mirándonos y se nos va a secar los mocos mirándonos y como llegue la noche no vamos a ver ni la vaca que cagó en Plandescún, que después tengo que ayudar a hacer el pan. Vámonos ya!." 

Entonces cogieron todos el carro de madera y subieron para bajar por la carretera antes de la primera curva hacia San Juan. Las niñas ante la inminente salida se fueron corriendo por la vereda para Plan para verlos llegar por la esquina del aserradero.

Miguelón se sentó el primero como conductor y detrás se fueron sentando los otros cuatro en forma de gusano, Javi el último. 

Entonces Miguelón soltó el freno y aquello parecía que no quería rodar pero cuando se movieron un poco aquello se soltó y empezó a coger una velocidad endiablada por la fuerte pendiente de la carretera, y cuando Miguelón movía la cabeza a la derecha los demás también como si fueran un gusano.

A algunos les rechinaba los dientes del miedo por la velocidad que llevaban y cuando vieron la primera curva de 180° a la derecha algunos se mearon encima pero Miguelón frenó un poco antes de coger la curva y cuando se dieron cuenta iban disparados hacia la siguiente curva de 180° a la izquierda donde algunos se tiraron pedos cogidos por los nervios y las tripas gritando.

Pero Miguelón iba a lo suyo concentrado en agarrar la siguiente curva de 180° a la derecha en dirección al Puen de los Pecadors donde todos vieron que el carro perdió un tornillo y trozos de madera sin que se deshiciera.

Pasaron por la cerrada curva de San Juan donde algunos vecinos los vieron pasar haciendo un ruido infernal totalmente asombrados y antes de llegar al último repecho para bajar a Plan algunas vecinas y madres que paseaban no daban crédito a lo que habían visto.

Una decía a las otras: "Creo que el del medio era tu hijo"; y la otra contestaba: "Pues no sé pero tú hijo iba en ese carro"; y la otra decía: "Pues me ha parecido que el que conducía era Miguelón, porque mi hijo no es capaz de hacer estás cosas"; "¿Que tú hijo no es capaz de hacer estas cosas?... Porqué, porque se llama Guillermito..." Y así seguía la discusión entre ellas. 

Mientras, el carro había cogido el último repecho de bajada a Plan y las niñas que lo veían bajar desde la esquina de la calle del aserradero quedaron asombradas cuando pasaron por delante de ellas con los pelos tiesos y en la siguiente curva el carro que había perdido algo más que tornillos no respondió al giro y se precipitó cayendo al terraplén bajo la carretera donde pacían las vacas sobre la hierba fresca y un gran zurullo de vaca que provocó que el carro ya sin ruedas delanteras frenará amortiguado casi en seco saliendo ellos despedidos sobre el prado en distintas direcciones mientras las vacas observaban atentas el motivo de tanto estruendo.

miguelo en tractor

(Recorrido que hicieron con el carro. En rojo el campo donde pacían las vacas)

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