sábado, 22 de octubre de 2022

La gran roca de Saila en la ermita de la Virgen de la Plana, Pirineos Valle de Chistau, Huesca

Era el hombre más fuerte del pueblo, un cacho pan, trabajaba en la obra a medias con Barón, tenía vacas y otros animales de granja, cabras, gallinas, y también animales domésticos, gatos y  perros pastores naturales de ganadería.

Estuvo en la construcción de la ermita de la Virgen de la Plana, aportó su granito de arena con su mano de obra y esfuerzo físico además como maestro albañil para avanzar en la construcción de la pared oeste del edificio.

Un día llegamos y trabajamos hasta el almuerzo de media mañana, hablaron Ferré, el Gallego, Cozme, Miguelo y Saila  que buscaron entre el montón de bloques de piedras demasiado grandes y pesadas que esperaban ser quebradas y desmenuzadas por el cincel picapedrero.

Hallaron una piedra enorme de forma rectangular semi cuadrada con el ancho justo de la pared, pesada como ella misma, elegida por Saila fue medida por todos sus lados antes de decidirse si era idónea para colocarla en la pared.

Una vez se decidieron me mandaron coger el carro nuevo que tenía la rueda bien inflada. Lo sujeté bien fuerte,  cogieron aquella piedra enorme entre cinco y la colocaron dentro de la caja del carro. La situaron bien en la parte delantera para impedir "efecto palanca." 
Asistido por ambos lados pude llevarla hasta la pared donde querían colocarla. Midieron la media altura y el ancho del muro oeste, a poco más de un metro del suelo.

Era una operación importante el querer colocar una piedra de ese calibre en el muro de la ermita. La pared tenía que estar seca de días. Estuvo todo bien medido y bien pensado, no pararon de hablar chistabino ni un solo momento. Parecían un corrillo de cotorras hasta que por fin me llamaron y tuve que dejar la hormigonera.

Ferré explicó cómo teníamos que proceder: "Saila abrazaría la piedra para levantarla del carro. Nosotros le ayudaríamos a ponerse recto. Una vez en sus brazos Saila nos diría que lo soltemos si la tiene bien cogida."

Y eso hicimos: "La abrazó en el carro y tiró para ponerse recto. Dos lo sujetaron por detrás por si era arrastrado por el peso de la piedra hacia adelante. Los demás ayudamos elevando un poco la piedra hasta verlo erguido. Saila nos avisó que la tenía bien cogida."

Quitamos el carro del medio y vimos a Saila proceder por si mismo. Con todo su potencial, agarrado a la mole, giró hacia el muro escoltado por Ferré y Gallego. Dio varios pasos hacia la pared y bajó el pedrusco lentamente hasta colocarlo justo sobre el gran relleno de mortero.

Una vez colocado lo nivelaron hasta que los maestros albañiles dieron el visto bueno. Entonces por un hueco del muro metimos por enésima vez una botella con nuestros nombres. Después lo cerraron con kilos y kilos de mortero.

Con el paso de las semanas el muro oeste superó el nivel donde estaba colocada la piedra. La gran roca lisa y cálida no parece ser tan grande, ni tan gorda ni tan pesada.

La gran roca de Saila



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