Un día que me iba al Camino de Santiago ni se inmutó en tenerme hora y media sentado en su pupitre de trabajo escribiendo dos folios a mi favor pidiendo a las autoridades de la Gran Senda mi aceptación como peregrino.
A mí me encantó aquel buen rato observando su forma de escribir lenta, pensando con detalle lo que quería expresar, queriendo dibujar una caligrafía bonita y precisa que no tenía, pero logró de aquellos noventa minutos una extraña y mágica reflexión de largos silencios y preguntas.
Mosén llevaba muchos años en el valle, tenía un acento y voz de pertenecer a algún lugar profundo y opaco (Bonansa), de cualquier sitio que podía ser Galicia como Aragón, porque hasta entonces ignoraba si era gallego como Pilar, su casera, que no podía evitar su acento de la zona de Vilagarcía de Arosa.
Solían visitarlos la hermana de ella y su marido que un día hablando me contó esta historia que me hace sonreír cada vez que me acuerdo.
Mosén y Pilar hacían servicios espirituales religiosos en todos los pueblos del valle, en sus iglesias y sus ermitas, y un invierno que había nevado bastante la hermana y el marido habían venido, y como Mosén y Pilar tenían que hacer un servicio religioso en Gistaín, fueron con su coche seguidos por el coche del cuñado que observó algo raro: Mosén y Pilar viajaban con las ventanas abiertas abrigados hasta las orejas.
Tras el servicio en Gistaín volvían a Plan y el cuñado volvió a observar que Mosén conducía con las ventanas abiertas totalmente y la cabeza abrigada con un enorme gorro ruso con orejeras fuera del coche con un frío invernal atroz.
Pararon en Ruché a tomar café y el cuñado le preguntó a Mosén "porqué vas con las ventanas abiertas y la cabeza fuera con tanto frío?."
La respuesta no se hizo esperar, simplemente dejó perplejo al cuñado: "Mi coche es muy viejo y no tiene calefacción, si cierro las ventanas se empapan los cristales y no veo la carretera" - le dijo Mosén.
"Tu coche es viejo pero los coches viejos como el tuyo todos tienen calefacción. Ven y te enseño cómo poner la calefacción" - le dijo el cuñado.
Mosén llevaba veinticinco años en el valle y no sabía que su coche tenía calefacción.
Esto explicaría que un día que estaba tomando café en la terraza observando la nieve caída, vi llegar a Mosén con un gran gorro con orejeras y la ventana totalmente abierta.
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