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miércoles, 19 de abril de 2023

El Papuchi Iglesias Puga en el hotel Mediodía los veranos. Valle de Chistau, Pirineos de Huesca.

Un recuerdo para Papuchi Iglesias que estuvo varios veranos hospedado en el hotel Mediodía alrededor de dos o tres semanas.

Decir de él que no quise conocerlo personalmente y tampoco lo saludaba cuando regresaba de correr. Me lo encontraba subiendo por un lado y su grupo familiar bajando por el otro lado de la carretera de las piscinas.

Mirarnos sí nos mirábamos cuando nos cruzábamos. Se me quedaba mirando con fijeza hasta que lo dejaba bien atrás. Era la forma de saludarnos sin decirnos ni pío ni molestar en los paseos con su señora por la ribera del río Cinqueta.

También era una forma de protegerlo conociendo su trayecto y en qué lugar nos habíamos cruzado, si para arriba o para abajo, y quiénes le acompañaban cuando me cruzaba con su séquito.

Nos mirábamos, sí. Aquel era nuestro saludo. Toda vez que regresaba de correr más o menos a la misma hora tras acabar el recorrido de Plandescún por el carril de las piscinas, cuando me encontraba de lleno en plena fase de recuperación. 

Algunos ignoran que dependiendo del esfuerzo, recuperar no son unos pocos minutos y que a veces he sentido que una recuperación continuaba noventa minutos después de haber parado.

Así que no es tan fácil ni tan simple como lo describen algunos listos. Y no era tan fácil conectar con un personaje como Papuchi sin pretender molestarlo.
Papuchi venía al valle en busca de tranquilidad, y en confianza a disfrutar del paisaje en compañía de su señora.

A Papuchi ya lo veía en la tele cuando yo era un niño. Tal vez porque era bastante conocido mucho antes de que su hijo se hiciese famoso. 

Y por lo que leo es muy probable. Ya que siendo uno de los ginecólogos más jóvenes en trabajar en el sistema sanitario público español que ayudó a fundar la Clínica de Maternidad de Madrid, acabó convirtiéndose en jefe de la Unidad de Esterilidad, Infertilidad y  Planificación. 

Eso en Madrid. Al valle venía a disfrutar de la naturaleza y el paisaje, a sentirse protegido en sus paseos caminando hasta San Juan o en los alrededores del recinto de las piscinas. 

También estaban sus recorridos en coche de ida y vuelta a Gistaín o a Bielsa. Y puede que incluso a Francia en un tour más amplio para retornar por la tarde al hotel a disfrutar del ambiente en la terraza.

Su chófer sí se acercó varias veces a hablar conmigo en la terraza del hotel Mediodía. Pero a veces la conversación no me gustaba porque se quejaba de su trabajo.

Una de las veces que llegué y me senté en otra mesa al lado, Papuchi se fue con la señora dejando al chófer solo. Me contó que habían ido a no sé dónde y una mujer sentada en una mesa junto a Papuchi se le quedó mirando con descaro.

Papuchi reaccionó con simpatía. Creo que la piropeó diciéndole que era muy guapa. La individua contestó de forma muy grosera a un señor casado con más de 80 años sin motivo alguno. "Ni con todos tus millones me casaba yo contigo" o algo así creo que le dijo.

Tampoco me gustó tener que oír a una energúmena echarle ascos por haber tenido un hijo con más de 80 años con una mujer a la que doblaba en edad.

A quién le importa lo que haga una persona con su vida?. Cuando recién cumplí 18 años, me escapé de casa. Viajé a Ibiza y me quedé sin un duro. Cero patatero. Tuve que pedir una manzana o un trozo de pan en cualquier sitio, y conocí a otro chaval que estaba en mi misma situación y compartía lo que pillara conmigo.

Pasé hambre viviendo en el hospital provincial abandonado dentro de las murallas junto con hippies que trabajaban en el puerto pintando y no me daban ni un trozo de pan.

Mi compañero de circunstancias me presentó a un hombre canadiense de 75 años que esculpía figuras en madera y las barnizaba para venderlas en la calle. Me invitó a verlo cada día y me daba 200 pesetas para comer.

Este hombre pasó un día por Málaga acompañado por una chica de unos 30 años y otra muy jovencita que sus padres habían echado de casa y no podía volver. Le dije a mi madre quiénes eran y los invitó a comer.

Un día coincidimos en Sevilla. Vivía en la sierra de Huelva donde la chica se había quedado con los siete hijos que tenía con él, un hombre por encima de los 80 años y no era rico. A quién le importa la vida de nadie?.

A Iglesias Puga lo llamaron Papuchi los periodistas, tras conocerse su romance con la que sería su esposa. Él valoró el apodo que le habían puesto como entrañable y se sintió muy agradecido.


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