sábado, 31 de diciembre de 2022

El certamen de cocina de Plan, Pirineos del Valle de Chistau

Una de las celebraciones más bonitas es el certamen de cocina en la plaza del Ayuntamiento.

La verdad es que me impresiona la cantidad de platos que se ven en el certamen y que la gente congregada devora una vez que los jueces dan su veredicto y se abre la veda.

En el entanto se ven caras largas con ganas de picar que tienen prohibido meter mano en los platos y ni siquiera acercarse más de la cuenta no vaya a recibir un verdadero y contundente picotazo de la cocinera o cocinero artista que ha preparado con mimo, trabajo y dinero el plato en cuestión.

Lo peor del certamen es cuando hay un plato ganador con poca cantidad. Algunos salimos bastante mosca cuando las gallinas más oportunistas se adelantan y acaban en un abrir y cerrar de ojos con el contenido de la bandeja sin que los demás podamos probar las cualidades por las que salió ganador.

Deberíamos haberle pedido a nuestro médico de cabecera, don Guillermo Bernués Sanz, que invite alguna vez al certamen a su colega francés, el insigne médico don Joseph Ignace Guillotin, que en 1.789 propuso un nuevo artefacto para que los condenados a muerte fuesen ejecutados sin sufrimiento y sin discriminación de clase.

Su artefacto nos hubiese servido de maravilla para dejar sin cabeza a las gallinas oportunistas que acuden al certamen de cocina con tanta hambre, que acaban en un santiamén con todos los platos ganadores, dejando a los demás una mancha oscura peregrina camino del fregadero.

También deberíamos dejar sin cabeza a las cocineras y cocineros que presenten un plato ganador con poca cantidad, porque no es viable que con dos cucharadas de los jueces el plato ya va casi vacío, dejando un mal sabor de boca a todos los que no lo hemos podido probar.

Los cocineros agarrados merecen un castigo con el  artefacto preferido de los franceses. Tiene el valor añadido de perder la cabeza sin sufrimiento y sin discriminación por presentar un plato con una cantidad pírrica.

Ningún chef que se precie debería ser admitido con un plato de cocina que solo alcanzan a probar los jueces del evento gastronómico. 

Si el certamen hubiese quedado desierto, podíamos haber nombrado ganador a nuestro amigo "el Valenciano", que siempre nos obsequiaba con una explendida paella gigante para que no nos quedaramos con hambre. 

Si vienen a Andalucía a comer pescaítos, les serviré unas buenas cervezas y un plato con una ralla líquida pírrica más delgada que un espagueti. Me preguntarán "Dónde están los pescaítos fritos?."

"Esa ralla de líquido más fino que un espagueti es el pescaíto frito. Buen provecho!."

No te joeeeeeeee!. 


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