Fuí a descubrir un valle con su paisaje como había hecho con muchos valles de los Pirineos y resulta que terminé descubriendo todas las fiestas y celebraciones de un año entero.
No lo quería contar porque sé que os vais a hinchar de reír, conociendo como conocéis las celebraciones de la ermita de San Mamés, que ahora se celebra en la Virgen de la Plana, la segunda semana de junio.
Llevaba tres meses viviendo con la tienda de campaña en la acampada municipal y esporádicamente había pasado unos días en el apartamento de la casa Ballarín durante una fuerte tormenta.
Pasados unos días volví a la acampada y ya me conocía casi todos los carriles para correr que me había señalado Pepe Ruché.
Lo que pasa que siempre he tenido una fuerte atracción por los viajes y suelo ser una persona imprevisible sobre qué dirección voy a tomar.
Ruché trabajaba en la barra cuando le dije que pronto me iría. Creo que íba a una carrera en Francia donde tenía muchas posibilidades de obtener beneficios en forma de dinero. Premiaban hasta el puesto sesenta o setenta con premios bien gordos.
Corredores con menor capacidad física y entrenamiento que yo regresaron a Nerja con cien mil de las antiguas pesetas clasificados alrededor del puesto cincuenta.
El evento se celebraba en una población de la zona de Saint Jean de Luz y creo que yo estaba preinscrito por medio de un fax que envió mi amigo y compañero de carreras Mustapha Fikry desde el club Nerja de Atletismo.
Pero el bueno de Pepe me dijo que me quedara que había una fiesta en San Mamés y toda la gente del pueblo subiría arriba a pasar el día con mucha comida y bebida. Pues me convenció, me quedé y me olvidé del evento atlético francés.
En ello colaboró la señora de Joaquín el carpintero y Pilar, la casera gallega de la iglesia de Plan, que me contaron la historia del santo, y terminé conociéndola tan de memoria como para ser capaz de cantar las estrofas de la lírica del poema sin mirar el papel que te dan para que la cantes.
Y por fin conocí la coqueta ermita de San Mamés. Y sí que me impresionó muchísimo. Me gustaba estar sobre la roca formando parte del paisaje con la gente, muchos de San Juan de Plan presentes en el festejo, con buenos platos de comida, diversa y en cantidad como pude comprobar después del rezo en la ermita.
Una chica de San Juan hermana de la que fue después secretaria del ayuntamiento de Plan, cantó para mí varias canciones a viva voz a expensas del padre, del que estoy muy agradecido por este hermoso recuerdo.
Con mi sordera no pude entender lo que cantaba pero me dejó muy sorprendido. No piensen mal, si me cantan flamenco tampoco me entero, nací con esta discapacidad y no puedo hacer nada.
Pero puedo valorar los sonidos que emplea y la escala en la que canta su más que hermosa voz. La canción, parecida a una jota aragonesa, mejor llamarla canción popular chistabina.
La voz de la muchacha era tan linda como sus ojos claros y bien podía ser una profesional del canto.
Después de escuchar varias canciones a viva voz de la bella hija del amigo con su sonido vibrante tan emotivo hasta desconcertarme, no sabía si amarla o simplemente besarla.
Y tras esta impresionante exhibición, empezó lo que yo desconocía. Me hicieron beber de inmediato de la bota de vino con verdadera sed.
Yo decía "Ya he bebido demasiado. Ya he comido mucho y no puedo más". Pues no había nada que objetar, me hacían entender que no aceptar lo tomaban a mal. Yo nunca había bebido ni comido tanto en mi vida.
No sabía cómo lidiar con los grupos. Iba saltando de uno a otro conforme me llamaban. "Ven aquí!. Siéntate!. Come!. Bebe!. Que comas te he dicho!." Y así todo el santo San Mamés.
Terminaba con un grupo y me arrastraban a otro y a otro, y volvían a llamarme desde el mismo grupo con otro tipo de bebida y otra comida distinta. Y nos hicimos mogollón de fotos.
Ya cuando las últimas horas de la tarde que la gente se dispone a regresar, Miguelón estaba con un grupo de hombres discutiendo no sé qué. Por entonces yo conocía a Miguelo de los pocos meses que llevaba desde marzo.
No pude creer que quisiera ponerme a correr con él hasta Plan después de la paliza de bebida y comida que me habían hecho tragar. Pero así fue.
Me obligaron a correr para abajo con él antes de que la gente se desplazara gastándose esas bromas que colocan en medio de la pista todo tipo de obstáculos a ver quién se la pega. Esto no lo conocí hasta el año siguiente.
Entonces corrimos para abajo los dos beodos, con mi mochilita en la espalda trotando a la par de Miguelo, por no sé qué apuesta se había echado con los otros a que llegaba antes que yo a Plan.
Me habló hasta que dejó de hablarme y yo despistado iba pensando. Que lo vi de repente salirse de la pista diciendo que iba a mear y yo seguí para abajo a San Juan trotando más despacio pensando que me cogería. (El truhán se había desviado por la senda al puente del Cinqueta donde El Regancho de San Juan de Plan que yo desconocía).
Pero por más que miraba atrás no aparecía y continué bajando para San Juan hasta que las tripas me hicieron un blugggggg, y tuve que buscar algún lugar un poco oculto para soltar de una sentada el zurullo más grande que había visto en años. Suerte que en mi mochilita siempre llevaba papel de sobra.
Mientras soltaba el zurullo vi pasar algún coche que bajaba armando jaleo. El grueso de la gente seguía en San Mamés. Cuando estuve listo, empecé a correr y pasé el puente del Cinqueta siguiendo la pista y ya por la carretera San Juan.
Llegué a mi tienda campaña y tuve que evacuar por segunda vez. No me sentía borracho pero estaba bastante bebido de puro contento recordando el canto de la chistabina de San Juan. No me podía creer todo lo que había bebido y había comido.
Me llegué al bar y me dijeron que estaban todos en la casa del médico. Ni idea pero fue fácil de encontrar. Allí siguió la fiesta, la bebida y no tanta comida. También tuve que ir a evacuar, pero sin problemas y todo muy limpio. Que sé que alguien entró en el servicio después de mí y su zurullo lo estampó contra la pared.
Mi problema gordo y bien gordo fue la semana entera que me tiré de resaca sin apenas salir de la tienda de campaña. Ir a Ruché a tomarme un café y volverme a la acampada a echarme en la tienda de campaña muy malito porque no podía estar ni sentado ni de pie.
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